El marqués y el deber by Verónica Mengual

El marqués y el deber by Verónica Mengual

autor:Verónica Mengual [Mengual, Verónica]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-08-15T00:00:00+00:00


Capítulo 7

En el mismo lugar y al mismo tiempo

Dos carruajes se detuvieron ante la puerta de Rosings Park. Por un lado llegaron Patrick y Gertrude. Por el otro, los vizcondes Maine, el matrimonio formado por Elena y Joseph —que eran los cuñados de Lena, pues Joseph era hermano de su marido—. También llegó el rígido duque de Rothgar, quien era a su vez hermano de Elena. Toda una gran familia feliz.

Patrick bajó el primero y se puso tenso al no ver a Valerie en la entrada. Estaban Lena, su esposo y el duque de Lennox, pero no había rastro de su prima ni del antiguo pretendiente de ella, Essex.

Ger le siguió y esperó a que le tendiese la mano para ayudarla a descender del carruaje. Eso no ocurrió. La muchacha suspiró. Cuando se trataba de su familia o de su trabajo, ella no era ni el segundo plato, por lo visto era el postre. Y no lo decía porque él la hubiese sorbido como a un budín. No, sencillamente porque ella dejaba de existir para él.

El duque de Lennox fue el encargado de ayudarla a descender.

—Tenía entendido que llegaban con su hermano, el conde de Essex —recordó el marqués, quien estaba frente a toda la familia de Rothgar.

—Sí —contestó Elena—, pero ha preferido venir a caballo. Venía a nuestro lado, pero imagino que algo debió de llamar su atención y se desvió del camino.

Patrick se inquietó, no solo por lo que oía, sino también por lo que veía: a Lena avergonzada con los ojos bajos por un lado, y, por el otro, al duque de Rothgar y Rosings, que se medían en un silencioso torneo de hombría.

Eso era un infierno, habría preferido regresar a Francia en ese mismo instante. De Valerie ni hablaba, y sobre Gertrude… Aquel era un tema que sería mejor dejar apartado. ¡Esas tres serían su ruina!

—Confío en que haya sido un viaje agradable. Por cierto, hablando de cosas agradables, ¿dónde está V? —preguntó inquieto el marqués de Ailsa. Había muchos problemas que atajar ahí, pero lo primero era localizar a su prima.

—Ha salido a montar —respondió el duque de Lennox—. En este momento me disponía a buscarla.

—No será necesario, excelencia, ya voy yo. Tengo muchas ganas de verla —comentó Patrick, quien iba a paso más que ligero en dirección a las cuadras. Podía adivinar con poco margen de error qué era lo que había llamado la atención de ese malnacido del conde de Essex. Lo mataría si le tocaba un solo pelo a su prima.

El marqués no llegó muy lejos, pues enseguida divisó a Valerie, que se acercaba a la casa a caballo. Estaba seria y, a pocos metros, la seguía el conde de Essex.

Ella saludó con la mano y se dirigió a los establos. Por el contrario, el conde se presentó, majestuoso, ante la puerta de los Rosings, donde estaban todos a punto de entrar en la residencia. Con una sonrisa deslumbrante, desmontó y sacó pecho para luego saludar a todos los presentes. A Essex le divirtió la escena que había entre su hermano mayor y el cuñado de su hermana Elena.



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